El jamón ibérico y el jamón blanco, también conocido como jamón serrano, son dos productos muy populares en la gastronomía española, pero presentan importantes diferencias.
El jamón ibérico procede del cerdo ibérico y su alimentación se basa en bellotas y pastos naturales, lo que le otorga un sabor intenso y una textura suave y jugosa. Por otro lado, el jamón blanco se elabora a partir del cerdo blanco y su alimentación suele ser a base de piensos y cereales, lo que le confiere un sabor más suave y una textura más fibrosa.
Además, el proceso de curación también es diferente. El jamón ibérico se cura durante un periodo de tiempo más prolongado, de al menos 24 meses, mientras que el jamón blanco suele curarse entre 9 y 15 meses.
En resumen, aunque ambos tipos de jamón son deliciosos, el jamón ibérico es considerado como un producto gourmet debido a su exclusividad y sabor excepcional, mientras que el jamón blanco es más accesible y económico para el consumidor medio.
Otra diferencia importante es el proceso de crianza de los animales. Los cerdos ibéricos suelen criarse en libertad en dehesas, donde tienen amplias extensiones de terreno para alimentarse de bellotas y pastos naturales. En cambio, los cerdos blancos suelen criarse en granjas, donde se les proporciona una alimentación controlada.
El precio también es un factor determinante. Debido a su exclusividad y el tiempo que lleva su producción, el jamón ibérico es mucho más caro que el jamón blanco, lo que lo convierte en un producto gourmet para ocasiones especiales. El jamón blanco, en cambio, es más accesible para el consumo diario.